Su verdadero nombre era Isabel Flores Oliva, aunque en el mundo católico la conocemos como Santa Rosa de Lima, orgullo del Perú y de América. Nació en Lima el 20 de Abril de 1586, siendo sus padres, don Gaspar Flores vecino portoriqueño, y la dama limeña María Oliva. Fue bautizada, al igual que al beato San Martín de Porres, a quien ella conoció, en la iglesia de San Sebastián y , coincidentemente por el mismo padre Polanco. Su infancia transcurrió primero en Lima luego en el pueblo de Quives, que se halla a unos 60 km. De Lima. En ese lugar fue confirmada en la fe católica en 1597 por el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo. En la ermita que se había construido en su casa, pasaba las horas entregada a la meditación.
La santa limeña vistió en 1606 los hábitos de la orden terciaria de Santo Domingo. Vivió toda su vida dedicada a la caridad, a atender al prójimo, sobre todo a los menesterosos y a los enfermos pobres. Esta extraordinaria mujer estuvo dotada de dones sobrenaturales no obstante su belleza, según testimonio de cronistas y pintores de la época, se dedicó a servir a los demás y a ser siervo de Dios. Murió en Lima, a penas a los 31 años el 24 de agosto de 1617. Por sus virtudes, por su desprendimiento y a su vida dedicada a la contemplación fue beatificada, en 1668, por el papa Clemente IX, y elevada a los altares 3 años después por el papa Clemente X.
Santa Rosa de Lima alcanzó por sus obras la canonización como santa patrona de las Américas.